Sabemos que los romanos dividían el día en horas
diurnas y nocturnas, pero se ignora a partir de cuándo. Plinio (82)
opina que la medida del tiempo en horas se introdujo en Roma
tardíamente, y prueba de ello es que en las XII Tablas sólo se
habla del nacimiento y del ocaso del sol. Años después se añadió
el término medio día, siendo el ujier de los cónsules el encargado
de anunciarlo cuando se veía el sol entre la tribuna de los oradores
(Rostra) y la Grecostasis; y, cuando éste se había ocultado entre
la columna Menia y la prisión, era el punto de referencia para
indicar que era la hora última. Para Varrón esta tarea correspondía
al pretor.
Las horas diurnas eran doce y se iniciaban con la prima
lux, hora prima-las seis de la mañana aproximadamente-secunda,
tertia etc. hasta llegar a la duodecima, la última, que coincidía
con el solis occasus. Las nocturnas se dividían como las diurnas o
-copiadas de las guardias de la vida militar- las componían cuatro
vigilias de tres horas cada una. La vigilia prima venía a ser las
seis de la tarde; la cuarta acabaría a las seis de la mañana. En
Cicerón, Ad Att.IV, III, 5: “Haec ego scribebam hora noctis
nona”. Y Plinio, N.H.II, LXXVII (LXXXI): “Cursor
Philonides tertia noctis hora remensus est saepius”.
Los griegos utilizaban la hora para medir el día desde
época muy temprana. Ya, en el VI a.C., se hablaba de un reloj
llamado sciothericon cuya invención se atribuye a Anaxímenes de
Mileto , según cuenta Plinio.
En Roma su uso fue unos dos siglos más tarde. El
primero que introdujo el reloj solar
en la urbe fue Lucio Papirio Cursor en el 293
a.C.Posteriormente, Marco Valerio Mesala, en el 263, colocó sobre
una columna el primer reloj público hasta que, aproximadamente un
siglo más tarde, lo sustituyó por otro mejor el censor Quinto
Marcio Filipo. Por último, en el 595 de la fundación de Roma,
Escipión Nasica mediante un reloj de agua estableció igual número
de horas para el día y para la noche (81).
Vitruvio menciona distintos tipos de relojes que suelen
recibir el nombre acorde con la figura que tienen. Aparecen
hemyciclium, scaphe, pelecinon, conus, pharetra, etc. y el
anaphoricus que es un reloj de invierno. En general son de sol, con
algunos de agua. Vegecio, autor del IV d. C., nos dice que, para
evitar que las vigilias de los soldados no sobrepasaran las tres
horas, se guiaban por la clepsidra (De re militari, III, 8).
Veamos la división que del día nos hacen distintos
autores:
Varrón Censorino Macrobio
Media nox Mediae noctis inclinatio
Gallicinium Gallicinium
Conticinium Conticinium Conticinium
Ante lucem Diluculum
(Diluculum primum)
Ad meridiem A mane ad meridiem
Meridies Meridies Tempus occiduum
De meridie
Suprema Suprema suprema
Vespera Vesper
Crepusculum Crepusculum
Luminibus Prima fax
accensis
Concubium Concubia
Nox intempesta Intempesta Intempesta
Ad mediam noctem
Como podemos observar, en Varrón los espacios son de
más duración. San Isidoro fracciona el día en tres partes:mane,
meridies et suprema. Y la noche, en siete: vesper, crepusculum,
conticinium, intempestum, gallicinium, matutinum, diluculum. (Etim.
V.30.13 y 31.4).
El día natural suele ser el tiempo que hay desde que
nace el sol hasta que se pone; y noche, desde el ocaso hasta que
nace. Día civil es la suma del día natural y de la noche.
Intentemos averiguar la correspondencia cronológica de esta
división:
Gallicinium: es el momento en el que comienzan a
cantar los gallos.
Conticinium: cuando dejan de hacerlo.
Ante lucem (diluculum): cuando es de día sin que
haya salido el sol.
Mane (secundum diluculum): cuando se ve ya la luz
del sol.
Ad meridiem: “antes del mediodía”
Meridies: “el mediodía”
De meridie: “después del mediodía”.
Suprema: momento que sigue a la puesta del sol.
“SOLIS OCCASUS SUPREMA TEMPESTAS ESTO”, se lee en
la Ley de las XII Tablas.
Vespera: momento que precede a la aparición de
una estrella denominada vesperugo, verperum, hesperon.
Crepusculum: vocablo que para muchos significa
“dudoso” porque no se puede afirmar si aún es de día o si ya es
la noche.
Concubium, intempesta, etc, puede ser plena
noche. Son momentos indefinidos, difíciles de precisar. Así, en
otra carta de Cicerón a Ático, aparece “bene mane”; y en
Ovidio, cuando nos cuenta el jocoso chasco que se llevó Fauno al
confundir a Hércules con Onfale, lo sitúa en “noctis erat
médium”.
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